sábado, 18 de abril de 2015

Finde Nostálgico: Sagas familiares. El ataque (o introducción)

Publicado originalmente el 22 de septiembre de 2008, por Araxis

Era un transformista, de eso no cabía la menor duda. El modo de moverse que tenía ese animal era demasiado humano como para no serlo. Cóvex chascó la lengua mostrando su disgusto. No le gustaban los transformistas y no solía caerles bien. Era difícil reconocerlos y servían muy bien como espías. Antaño fueron humanos, pero ahora era la forma que menos adoptaban. Podían transformarse en cualquier tipo de animal, en teoría, aunque en la práctica cada uno de ellos no solía transformarse en más de diez animales. Habitualmente tenían una sóla forma, a partir de la que mutaban. Pocos escogían la humana.
Cóvex siguió con la mirada al lobo albino, pensativo. Tampoco solían escoger animales distintos a los demás; por ejemplo, nunca se había visto uno transformado en oso polar en el ecuador. Lo normal era que intentasen pasar desapercibidos, y no al contrario. Aunque algunos sí procuraban diferenciarse de los animales de verdad para que les distinguieran. Se preguntó si ese sería el caso del que tenía delante.
Mientras cavilaba, el lobo le vio. Levantó la cabeza y observó cómo el humano le miraba cauteloso, incluso atemorizado. Notó en seguida que le había reconocido como transformista y decidió mutar para poder comunicarse con él.
Cóvex vio cómo el lobo comenzó a mutar para convertirse en un humano... o más bien en una humana, puesto que era hembra. Tenía el aspecto de una mujer joven, aproximadamente de su edad, pensó. Incluso podría decirse que era atractiva. Cuando trató de acercársele, él desenvainó su espada y le apuntó con ella.
—No te muevas —casi gritó, con brusquedad.
—No voy a hacerte nada —rió la mutante, como preferían ser llamados los transformistas.
—Por supuesto que no. No me vas a hacer nada porque no voy a dejar que te acerques —le amenazó él.
—¿Acaso me tienes miedo? Antes de que Cóvex pudiera siquiera pensar qué responder, una sombra se abalanzó sobre él. Sorprendido soltó la espada, por lo que quedó totalmente indefenso. Enseguida pudo notar que lo que se le había echado encima era un gran oso pardo. Sabía que no había osos en aquella región, por lo que dedujo con desagrado que era otro transformista. Éstos solían ser casi más peligrosos que los animales normales debido a su memoria y su capacidad de razonamiento. Aunque, pensó angustiado mientras trataba en vano de quitárselo de encima, que fuera un oso de verdad o no no iba a suponer una gran diferencia. Mientras notaba cómo el oso-transformista le hincaba las garras en el pecho, lo que le hizo soltar un alarido de dolor, creyó escuchar un grito de rabia y el rugido de una pantera...

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Lamento la situación, pero la ley nos obliga.