martes, 12 de mayo de 2015

Misión 59J311. Parte 2


  • Objetivo: hablar con el médico del Embajador
  • Agentes para la misión: Nys y Lirv
El Embajador, como tantos otros dignatarios, acudía a un médico privado. O, más concretamente, el médico privado acudía a él. Sin embargo, pese a sus constantes visitas a domicilio (tanto al Embajador como a otros), el médico tiene una consulta privada. Es aquí donde Lirv ha decidido que debían acudir para hablar con él. Lo que no ha calculado es el tiempo que tendrán que esperar hasta que llegue. Cuando al fin lo hace, les encuentra medio dormidos en la sala de espera, de tal modo que tiene que carraspear fuertemente tras dar un portazo para que se enteren de que ya ha llegado.

Tras las presentaciones, les invita a pasar a su consulta propiamente dicha... que ocupa la mitad de espacio que la sala de espera. «Menos mal que visita a domicilio», piensa Lirv, asombrado de que en ese espacio se pueda atender a un paciente cuando ellos tres apenas logran acomodarse.

–Bueno, doctor Pan –comienza, tratando de no sentirse como sardina en lata–. Como ya dije hace un momento, estamos aquí para investigar...

–Un momento, joven –le interrumpe el doctor–. ¿Podría examinar su brazo? Tiene ahí una mancha sospechosa. Si me dejara analizarla...

–Es un moratón por un golpe que recibí hace unos días –replica él–. Y mi médico ya me lo examinó en su momento. Ahora bien, si nos quisiera ayudar...

–¿Seguro? No tengo yo muy claro que ese sea el color de un moratón. Además, le estoy ofreciendo una consulta gratuita de uno de los mejores médicos del país (yo). Si me deja...

–Agradezco su oferta, de verdad –corta Lirv, empezando a hartarse–, pero estamos aquí por trabajo. Usted...

–¿No ha oído bien, joven? ¿Qué parte de gratuita no entiende? ¿Es que no ha visto los títulos de mis padres?

El doctor Pan hace una pausa para coger aire y así proseguir con su alegato, pero se ve impelido a expulsarlo de golpe. Nys, que hasta ese momento se ha mostrado tranquila, saca de improviso una daga de su cinto y, con su parte roma, da un golpe seco en el estómago del médico. Luego se acerca, le sujeta del pelo (lo que, en vista de lo corto que es éste, es en sí una hazaña) y le susurra al oído:

–Hemos venido por trabajo. Si no quiere que el siguiente golpe sea con la hoja, díganos cuanto sepa de la muerte del Embajador.

–Fue envenenado. Diría que con una solución que se saca de una planta que usa mucho el Clan –responde antes de desmayarse.

Estado de la misión: en proceso.

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