domingo, 15 de marzo de 2015

Finde Nostálgico: El poder de los vigilantes

Entrada publicada originalmente el 17 de julio de 2008, por Araxis

Esta historia se me ocurrió (¡cómo no!) en clase en el instituto, y la verdad es que no sé a qué venía. Sólo sé que dicen que deja un extraño sabor de boca y muchas preguntas, pero no entiendo cómo va a dejar un mal sabor de boca si no se come, sólo se lee. En fin, que a ver que opináis vosotros de esta historia.




Se trataba de una tormenta como no había habido hacía mucho tiempo. Podía verse desde kilómetros de distancia. La fuerza del agua arrastraba en su caída la ropa tendida que no había dado tiempo de destender. La ropa rodaba por las calles desiertas, arrastrada por el agua. A la luz de un relámpago, un observador oportuno habría podido distinguir una figura solitaria deslizándose de portal en portal. A pesar de la lluvia, daba la sensación de que se escondía de posibles miradas, ya que no parecía darse cuenta de que la lluvia le había empapado toda la ropa. Al llegar a una plaza, la figura frenó su camino, como si dudara sobre lo que hacer a continuación. Una vez tomada una decisión, la figura se deslizó hacia una puerta que daba a dicha plaza y, sin llamar, entró en la casa.
Al día siguiente, cosa que sorprendió a todos los habitantes de la ciudad, no quedaba ni rastro de la lluvia del día anterior, salvo aquellos objetos que el agua había arrastrado consigo, que aparecieron mucho más allá de donde debieran. Pero no sería el único hecho extraño que sucedería esa mañana.
A mediodía, se escuchó una especie de explosión en el interior de la casa a la que había entrado la extraña figura la noche anterior. Cuando, media hora después, entraron en ella policías avisados por los alarmados vecinos, descubrieron con sorpresa que no había rastro de lo que pudiera haber ocasionado el sonido de la explosión. En realidad, no había rastro de nada, ya que la casa estaba completamente vacía, como si nadie hubiera habitado en ella desde hacía mucho tiempo. Sin embargo, en ese caso habría telarañas o ratas, pero la casa estaba literalmente vacía. Este fue el segundo suceso extraño de la mañana.
Aquella tarde, sin embargo todo era normal, sin contar, por supuesto, los comentarios sobre los hechos acaecidos. Todo fue normal. . . o eso le pareció a la gente. En una calle poco transitada en la otra punta de la ciudad, pronto iban a desarrollarse hechos que, si bien los ciudadanos no se enterarían, iban a ser cruciales para el desarrollo de la Historia.
En esa calle, alrededor del anochecer, apareció como de la nada un hombre. Era el mismo que había recorrido parte de la ciudad bajo la poco frecuente tormenta. Ese hombre, cuyo aspecto no distaba de ser normal, era un asesino, un hombre que solo se preocupaba de sí mismo y que ansiaba hacerse con un gran poder, un poder que le haría capaz de cualquier cosa. Lo que ansiaba era poseer un arma capaz de doblegar la voluntad de las personas y hacerles obedecer al hombre que la empuñara.
Tras largos años investigando, había descubierto al fin dónde se escondía el arma. Al principio se había desconcertado el lugar, pero después si dijo que el lugar más seguro para esconderla era donde a nadie se le ocurriera buscar.
Vigilando que no hubiera nadie observándole, se aproximó a una pared. A simple vista parecía una pared normal y corriente, pero el asesino sabía lo que buscaba: un pequeño agujero, de no más de tres milímetros de diámetro. Cuando lo localizó sacó una navaja y amplió el hueco rascando la pared a su alrededor. Tras varios minutos, dejó ver el hueco de una cerradura, cuya llave sacó de un bolsillo de su ropa. Al girarla dentro de la cerradura y, volviendo a comprobar que nadie observaba, vio cómo se habría un hueco, suficiente para pasar por él, en la pared anteriormente lisa.
Nada más entrar, el hueco se cerró tras él, dejándole en la penumbra. Avanzó a tientas por lo que creía que era un pasadizo que desembocó en una amplia sala circular iluminada con antorchas. En el centro exacto de la sala se veía una especie de cofre, sin ornamentos, que parecía esperar la llegada de alguien que le abriera.
Sin embargo, al aproximarse al cofre notó que alguien le observaba. Extrañado, miró a su alrededor y vio a alguien mirándole desde el hueco por el que acababa de entrar. El desconocido dio un paso adelante, apuntándole con un arma. Antes de que el otro pudiera reaccionar, y sin dejar de apuntarle, empezó a hablar.
-Soy el vigilante encargado de que nadie se apodere del arma que ansías. Otros como tú llegaron hasta aquí y no salieron con vida. Tú serás el siguiente.- Y sin que el otro reaccionara, ya que se había quedado de piedra al verle, le disparó. Luego fue hacia el otro lado de la sala y abrió una trampilla en el suelo, por la que tiró el cadáver. Acto seguido la cerró y murmuró, antes de desaparecer.- Nadie debería intentar hacerse con ese poder.
Al no tener familia ni amigos o colaboradores, nadie echó en falta al asesino que, tras caer por la trampilla, fue arrastrado por el agua hasta el fondo del mar, para acompañar por el resto de la eternidad a otros cadáveres de gente que, como él, ansiaban un poder que no debe estar en manos de nadie.
En cuanto a los extraños hechos de aquél día, solo uno de ellos tiene explicación. Desde tiempos inmemoriales, cada vez que alguien llegaba a la ciudad con el deseo de hacerse con el arma legendaria llovía con esa intensidad para avisar a los vigilantes. Aunque esta explotación sirve para explicar el por qué de esa tormenta, pero no explica cómo se produce ni tampoco hace referencia a la extraña explosión ocurrida siempre que terminaba la tormenta.
Quizá llegue el día en que el secreto sea descubierto, pero hasta ese día los vigilantes se encargarían de eliminar a todos aquellos que ansiaran el poder de ese arma capaz, en el fondo, de destruir a la humanidad.

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