sábado, 7 de febrero de 2015

Finde Nostálgico: Cuando lo ves todo negro - Capítulo 1: El problema.

Escrito por Erebyel

Miré al doctor, recuerdo que llevaba un pantalón de tela y una camisa de terciopelo que me había regalado mi madre. Estaba nerviosa, nunca en mi vida había estado en el ginecólogo… y ésta iba a ser mi primera vez.
Era una situación bastante inusual porque en la habitación había ocho personas. Sí, ocho… ocho personas expectantes para un examen ginecológico, la razón: estaba embarazada teniendo sólo 16 años.
Yo ese hecho podría no verlo como el más irresponsable de todos, pues aún estudiaba… y bueno, hacía lo que todas las chicas de mi edad. Tal vez lo irresponsable es que dicho embrión, tenía tres posibles padres: los tres estaban allí, de pie, mirando al médico. Pero mejor empecemos por el principio.


Me había levantado una mañana con una sensación rarísima en el estómago, descubrí que eran nauseas, pero nauseas de las buenas no de esas que en cuanto llegas al baño se te pasan. Vomité. Eso fue un hecho alarmante porque no había razón para aquel vomito, así que decidí mirar el calendario.
¡Horror! Descubrí que tenía tres días de retraso… no hace falta que especifique de qué estoy hablando, ¿verdad?
El caso es que decidí no decírselo a nadie aquel día. Pensé seriamente en la posibilidad de suicidarme, pero era contraproducente si mis sospechas eran infundadas, así que como era sábado a media mañana fui a la farmacia. Como cualquier adolescente normal, no tengo ingresos propios así que le birlé unos treinta euros a mi madre del bolso. Creo que fue una buena inversión puesto que… bueno, pedí el que se ajustara más al saldo disponible en el bolsillo derecho de mi baquero.
Me sobró sólo un céntimo. ¿Porqué tendrán la manía de poner las cosas a ,99€? ¿Acaso quieren que hagamos una colección de moneditas de ,01 céntimos? El caso es que al llegar a casa – y esconderme en cada rincón para que nadie me pillase con mi test de contrabando - , entré en mi habitación y cerré la puerta. Aseguré que se mantuviera cerrada con una silla y leí el prospecto que venía con el palito.
Me jodió saber que debía esperar hasta la mañana siguiente para que fuera más fiable, pero esperé.
Al día siguiente, ¡joder! En serio, ¡existen horas anteriores a las 7 de la mañana! ¿No es increíble? Bueno, a lo que íbamos; que me hice el test. El cacharrito decía que además, después de mearle encima, tenías que esperar un minuto… es decir, ¡unos, interminables, sesenta, segundos! Para que te diera el resultado. Os juro que las milésimas de segundo me pasaban como si cada una fuera una eternidad.
Por fin salió el resultado, y como soy de las que les gustan las sorpresas no sabía que significaba cada color: me había salido rosa.
No lloré porque entonces mis padres me oirían y no quería que se enterasen así. A ver, ponte en situación: te despiertan, con lo que estás de mala leche, y luego te enteras de que tu hija, la que aún piensas que es una niña inocente, está gastándote una inocentada muy gorda que no es inocentada, ¡Joder, que hay que decírtelo todo con pelos y señales! Que estaba embarazada, leñe.
Ese domingo fuimos a comer a casa de los abuelos, siempre lo hacemos (porque a mi madre no le gusta cocinar y mi padre es un vago redomado, sinceramente), y no se le ocurre a mi abuela otra cosa que poner tortilla, cosa que me hizo correr al baño. ¿Adivináis a qué? ¡Pues a vomitar! Bueno, nada esto realmente es relevante así que mejor me lo salto…

2 comentarios:

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Lamento la situación, pero la ley nos obliga.