jueves, 5 de febrero de 2015

Historias de Canción 1

A mí me han dicho que por las noches no es seguro salir de casa, que todos debemos permanecer a cubierto, a salvo, a ser posible en una habitación con la chimenea encendida. También me han dicho que hay que evitar dejar alguna puerta o ventana abiertas, y bajo ningún concepto hay que quedarse a solas. Pero lo que no me han dicho es por qué.


Les he oído susurrar por las esquinas, sobre si deberían o no decirme a qué vienen tantas precauciones. Suele ganar la opinión de que decírmelo lo haría todo peor, me haría imposible dormir de noche... y los días son demasiado ajetreados como para pasárselos durmiendo.

Y así pasan los días, yo preguntando las razones de tan extraño y estricto encierro sin lograr ninguna clase de respuesta.

Por eso he tomado una decisión, que muchos calificarían de drástica o, más probablemente, de temeraria y loca estupidez. Voy a salir.

Obviamente, me refiero a salir de noche, y ya lo tengo todo preparado. Una copia de la llave de la puerta (que hice sin que se enteraran), una linterna, una chaqueta por si hace frío y una botella de agua y un bocadillo por si me entran sed o hambre. Con mi botín preparado, aprovechando que están en el piso superior asegurando las ventanas, me escabullo por al puerta de atrás.

Ya en el exterior, enciendo la linterna y echo a andar, con prisas y excitación, lista para emprender una aventura.

Nada sucede mientras hay luz. Pero, cuando el sol se oculta completamente comprendo de inmediato el por qué de tantas normas y precauciones.
Por desgracia, nunca les podré pedir perdón por desobedecerlas...

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