viernes, 25 de marzo de 2016

Historias de Canción 20

La noche y la carretera no son buena combinación. Esto quedó demostrado aquel día. Pese a mis temores, nada parecía indicar que no sería un viaje de noche como cualquier otro.

Llevábamos ya... qué sé yo cuántas horas circulando por la carretera, y era momento de hacer un descanso. Cuando lo sugerí, no obtuve respuesta. Me giré para verle bien en el asiento del conductor, y los pelos se me pusieron tiesos, la carne de gallina y supongo que mi rostro reflejó tanto miedo como incredulidad. Él continuaba conduciendo, sí, miraba al frente sin pestañear y sus peludas manos se aferraban al volante como si su vida dependiera de ello.

Sus peludas manos...

Habría sido una noche como cualquier otra, pero no necesité mirar por la ventanilla para saber que la luz que iluminaba la carretera procedía de una luna llena. Una gran y redonda luna llena.

Ahora los cambios se sucedían sin cesar, cada vez más rápidos y bruscos, hasta que uno de ellos le hizo pegar un volantazo.

Supongo que nos estrellamos; sólo recuerdo despertar a la mañana siguiente con una brecha en la cabeza y la señal de un mordisco en el brazo...

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