domingo, 2 de agosto de 2015

Finde Nostálgico: Conversaciones de Papel (5)

Publicado originalmente el 7 de junio de 2009, por Natsuki

Todos tenían una gran cara de tensión, suscitada por las ganas que tenían de que sonara el timbre que avisaba del final de una clase de filosofía; para ir a la clase de educación física para la evaluación física de los alumnos de segundo de bachillerato que se hacía cada dos meses y tocaba ese día, en lugar de la clase de física en el laboratorio que era normal. Por lo que los alumnos debían recoger su material, cosa que normalmente hacían todos un cuarto de hora antes, debido a su gran interés por la clase de filosofia.

Todos se levantaron apresuradamente, formando grupos de amigos que acudían al gimnasio con euforia, mientras charlaban, reían o se pegaban unos a otros, como símbolo de su gran amistad. Carlo tardó en darse cuenta de que se había quedado solo en clase y ya había comenzado la siguiente, por lo que con nerviosismo, y rapidez miró la agenda y en su cabeza empezaron a bullir pensamientos rápidos y característicos de la doble personalidad:


"¡¡Joder!! Me he quedado dormido. ¿Dónde están todos? ¿Han acabado las clases?" Miró fríamente su particular reloj en forma de gato. "Pero si falta una hora, ¿Dónde esta la dichosa agenda?, aquí... aquí..." Pensaba en alto mientras sostenía su amada agenda con la mano izquierda desde que empezó a recoger "oh, oh, oh ¡¡¡no!!!": Tocaba su peor pesadilla; que, para colmo, había empezado hacía 10 minutos "¡Toca educación física!" se dijo para sí con rabia y desesperación. Agarró la mochila y empezó a correr como un poseso por los pasillos que llevaban al gimnasio. "Corre , corre, corre más rápido. ¡Cómo un lince ibérico en busca de su presa!" se repitió una y otra vez como animación. Antes de llegar, se paró en seco para recuperar la respiración.
- Hola. Siento haber llegado tarde - dijo asfixiado Carlo, dirigiéndose al profesor de educación física que no parecía haberlo escuchado.
- ¿Qué haces ahí de pie, mirándome? Venga vamos, ponte a calentar con los demás - le respondió el Profesor.
- Bueno yo... ya vine corriendo... y estoy caliente... - dijo Carlo.
- ¿Te estás haciendo el listo conmigo? - le gritó el profesor que era bastante estricto. Su enfado venía producido por varios motivos: además de considerar a los alumnos como una pandilla de vagos, había perdido la pierna mientras saltaba a la comba en el gimnasio. - Tú harás una vuelta más que todo el mundo.
El pobre Carlo no discutió y empezó a correr con los demás, en última posición y solo. "Me pregunto como sería este hombre si hubiese perdido las dos piernas, sería gracioso verle correr." Tras una pausa. "Las paredes son verdes; se parece bastante al color del cuaderno que tenía hace dos años de matemáticas. ¿Qué le pasa a éste? ¿Por qué me anda mirando? ¡Jo! Estoy cansado y aún me faltan dos vueltas". Los demás ya habían terminado y formaban grupos para practicar juntos balonmano.
Carlo miró fijamente frente a sí, lo veía todo borroso por el esfuerzo: "¡Por fin! ¡Estoy muerto!... Y eso que divisan mis ojos, ¿Qué es? ¿Un ejército? ¿Una milicia? ¿La infantería? o ¿La armada? ¡Oh dios! ¡Si son los de clase! ¿Qué hacen todos tan juntos?" pensó mientras se acercabaa los demás.
- ¡Venga chicos! Cada pareja que coja un balón. El primer ejercicio será dar dos botes con los puños cerados - gritó el profesor a todos los alumnos.
- Yo... esto ... bueno... no tengo pareja - puntualizó Carlo. A lo que el grupo entero respondió con una sonora carcajada.
- ¡No es raro en ti! - se oyó que decían unos.
- ¡Juega con tu cerebro! - bromearon otros, lo que hizo que los demás estallaran con crueles carcajadas.
- ¡Sí! Vosotros reíros. No sabéis lo que me río yo solo de vosotros sin que os entereis - dijo Carlo, y consiguió lo que nadie había conseguido nunca con la clase: que todos se quedasen callados (además de haberseles quedado cara de poker).
- Venga Carl... - rompió el silencio el Profesor.
- ¡¡¡Es Carlo!!! - le corrigió el propio Carlo.
- Ponte con Sandra y Lidia - le sugirió el Profesor ignorándole por completo.
- ¡Vale! - dijo Carlo muy feliz... pobre iluso.
- ¡Venga chaval! Vete a coger un balón - le dijo Lidia.
- Pero... pero si ya tenéis uno. ¡Con ese será suficiente!
- ¡Qué listo! - respondió Sandra irónicamente - ¿Qué quieres? Que te hagamos un croquis de lo que va el asunto o ¿ni con eso te enteras?
- ... ¿Qué? - dijo Carlo con cara de no entender nada.
- Vamos Lidia - siguió Sandra, - démosle tiempo para que lo comprenda - añadió mientras se alejaban ambas riéndose hacia una parte del gimnasio para practicar.
Carlo se dirigió, solo, hacia los balones para coger uno mientras pensaba.
- ¡Anda! ¡Ya lo he comprendido! - dijo Carlo con cara de pocos amigos. - ¡Tontas! No saben lo que se pierden. Jugaré con la pared, fijo que me deja ganar. - dijo entre dientes.
Y así lo hizo: Jugó con la pared hasta que sonó el timbre. Momento en el que todos se dirigieron al baño a lavarse y cambiarse de camisa antes de marcharse a casa. Mientras tanto, Carlo, por ser el último, tuvo que recoger las pelotas.
"¡Siempre tengo que recoger yo!" pensó Carlo. "¡Anda! ¡Esta pelota tiene un bulto! Parece un chichón. Si la botasemos por aquí, quizas salta por el otro lado, o tal vez, si la cortamos con un cuchillo bien afilado podemos sacar rodajas de pelota."
- ¡Venga tú! - le gritó el profesor desde la puerta del gimnasio -. Que voy a cerrar para pirarme a casa que ya es hora.
Carlo guardó todo y se fue corriendo al baño que tenía el suelo mojado tras la visita de sus compañeros. Resbaló y cayó de cabeza.
- ¡Ay! ¡Mi melón! ¡Qué daño! - dijo mientras seguía tendido en el suelo, en espera de ayuda. Bernabé, se hizo varias cruces mientras apartaba la mirada de Carlo.
- ¡Pobre criatura de Dios! Tan indefenso, démosle algo de caridad - dijo profetizando mientras salía por la puerta sin prestar ayuda - Dios nos ha mandado a criar a estas pobres salvajes...
- ¡Desgraciados! - gritó Carlo -. Ya veréis cuando me traigan mi super espada láser de tercera generación con fuegos artificiales. ¡Me vais a suplicar perdón de rodillas!
Carlo se levantó del suelo mientras se sujetaba la cabeza, por si se le caía "Por fin me voy a casa a comer. Vaya día" Se colgó la mochila al hombro y cruzó la puerta de salida del vestuario, caminó por el pasillo vacío hasta la salida con su típica cara perdida en el infinito. "Hoy toca sobras de ayer al microondas" dijo, alegrándose de ello.
Cuando salió por la puerta del instituto se desperezó sintiendose libre; de hecho, es lo último que pensó antes de salir del territorio del instituto, fue exactamente: "¡Por fin libre! Cuando cumpla los 18 construiré mi propia nave voladora para poder librarme de las clases de educación física y poder irme a explorar el espacio exterior" y con esos pensamientos se dirigió a su casa: el lugar más misterioso del universo.

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