viernes, 28 de julio de 2017

Historias de Vampiros. Parte 1 de 3. El comienzo

La historia de hoy, me temo que inconclusa, se me ocurrió estando en un camping hace varios años. De hecho, la escribí allí, cuando empezaba a caer la tarde y yo me sentaba junto a la farola para tener buena luz. Oscuridad, brisa y sonidos de voces y de otras cosas a veces difíciles de distinguir seguramente influyó bastante. Va de vampiros, como dice el título de la entrada, y en ese momento aún leía y/o me gustaban las historias de Crepúsculo. Pero era un placer culpable, porque era consciente de lo raros que eran esos vampiros light. Creo que eso me animó a intentar escribir esta historia, donde espero que se asemejen un poquitito más a los vampiros "clásicos" que a la familia Cullen. Y que conste que los Cullen me caen más, simplemente me cuesta relacionarlos con el vampirismo. Seguro que de haber llamado a su "especie" con otro nombre no tendría tantos reparos con ellos. Y de no ser una novela rosa camuflada, claro. En fin, que aquí tenéis mi intento.



Aquí estoy yo, sentada en una silla de camping y escribiendo en un cuaderno al tiempo que escucho el viento mecer las hojas de los árboles, oigo pasar algún coche por la carretera y, un poco más allá, se adivinan más que oyen las olas morir sobre la playa. Aquí estoy yo, junto a la luz titilante de una vela y bajo un manto cuajado de estrellas y sin luna, sin saber qué es lo que ocurrirá, si estas líneas que ahora escribo serán alguna vez leídas. Aquí estoy yo, sin saber si alguna vez volveré a ver la luz del sol.

Por eso escribo. Escribo porque es lo único que puedo hacer mientras espero la llegada del alba y lo que traerá... sea lo que sea.

Todo comenzó hace tiempo. ¿Cuánto? No lo sé. Tal vez sólo haga días de aquello o tal vez ya hayan transcurrido años, décadas incluso. Es difícil precisarlo, porque desde aquella noche el tiempo perdió parte de su significado. Porque aquella noche todo cambió, algo revolucionó por completo mi mundo. Porque aquella noche mi vida como tal terminó dando lugar a la vida actual, o no vida, como dice Álex. Personalmente no sé cómo llamarlo, quizá porque aún no me he adaptado a esto, o tal vez porque he abrazado esta nueva existencia mucho más intensamente que él... no lo sé. Sólo sé que fue aquella noche la que todo lo cambió.

Tal vez si no me hubiera subido a ese autobús, si me hubiera entretenido un poco más con Carol al salir del edificio de la universidad, todo hubiera sido diferente. O tal vez no, porque ahora sé que llevaba días o, mejor dicho, noches, siguiéndome, espiando todos mis movimientos, mis rutinas. Sí, el hecho crucial, mi muerte o lo que fuera, habría sucedido igual, pero los hechos serían distintos... muy distintos.

Tal vez fuera una suerte que aquella noche Álex sintiera nostalgia de la vida que tuvo hace tiempo, o tal vez no. Siendo sincera, no estoy segura de si prefiero esta existencia a haber muerto aquella noche... no lo sé. Lo único que sí sé es que aquella noche, más fría que la de hoy, habría terminado mi existencia (no cambiado sino finalizado por completo) si Álex no hubiese estado allí. Álex... ¿la persona que me salvó? ¿o quien me condenó? Eso es algo que aún tengo que decidir.

Cierro los ojos tratando de rescatar todos los detalles y no olvidar ninguno, aunque lo cierto es que el recuerdo se grabó nítidamente en mi mente, y no necesito concentrarme mucho para acceder a él.

Pese a la oscuridad aún era relativamente temprano, por lo que apenas se veían un par de estrellas. La luna, como esta noche, brillaba por su ausencia. Nos separamos como cada día al llegar a la calle, cada una en una dirección diferente. Aceleré el paso al ver que se acercaba un autobús, que llegó a la parada al mismo tiempo que yo. Me subí en él, cancelé el billete (agotando el último viaje que me quedaba) y busqué con la mirada un asiento libre. Localicé uno hacia la mitad del autobús que arrancó en el momento en que me sentaba, por lo que mi espalda golpeó con brusquedad el respaldo del asiento.

Fue después de la primera parada cuando sentí que alguien me observaba. Me sentí inquieta sin conocer bien la razón, pero no fue hasta dos paradas después cuando me atrevía a echar la vista atrás... y le vi.

Aquella era la primera vez que lo veía, pero sentí lo mismo que otras ocasiones más tardías: pánico, temor y un hormigueo en todo el cuerpo que me pedía que huyera, que gritara pidiendo ayuda y me alejara lo más posible de él. No sé qué habría sucedido de haber obedecido a ese instinto, tal vez habría salido corrido, me habría alcanzado y yo habría muerto.

Quizá hubiese sido lo mejor... o quizá no, es difícil saberlo.

Sin embargo, traté de serenarme, fijé la vista al frente y me puse a repasar mentalmente la letra de todas las canciones que conocía, truco que mi madre siempre decía que funcionaba para superar el miedo. Pero me equivocaba constantemente, confundía unas con otras o mi mente se quedaba totalmente en blanco. Así aguanté hasta llegar a mi parada. Cuando vi la conocida calle con la enorme farmacia en la esquina me levanté de mi asiento como si de un resorte se tratara. Sujeté la carpeta contra el pecho y me aseguré de tener bien sujeta la bandolera mientras salía como una exhalación hacia la fresca y oscura calle. Pronto sentí alivio, un alivio tan grande como nunca había sentido. Tan grande... y a la vez tan corto. Porque casi de inmediato noté que aquél que tanto me aterró en el autobús (y que aún me sigue aterrando en las más oscuras de mis pesadillas) había bajado tras de mí y me seguía, a mi misma velocidad pero unos pasos más atrás.

 Aceleré el paso y él me imitó, como el cazador tras su presa (nunca mejor dicho). Aún quedaban un par de manzanas para llegar a mi portal, y un tramo de la acera no estaba iluminado porque hacía dos semanas un coche chocó contra una farola, inutilizándola, y todavía lo habían reparado. Volví a intentar serenarme, pero esta vez no conseguí hacerlo ni dos segundos. la idea de que no iba a llegar viva a casa pasó por mi mente, consiguiendo que redujera levemente mi velocidad.

Él aprovechó ese momento de debilidad para aumentar su velocidad, y enseguida me tuvo fuertemente sujeta por un codo. Forcejeé, pero con eso sólo logré que la carpeta cayera al suelo y él me sujetara con mayor fuerza también del otro brazo. Me arrastró violentamente hasta el tramo sin iluminación, que se hallaba a apenas unos pasos de donde me interceptó, y apoyó mi cuerpo contra el cristal de la peluquería Pelo's. Nunca he entendido el porqué de ese apóstrofe.

Fue entonces, mientras me inmovilizaba completamente con un brazo y con la otra mano me apartaba el pelo (entonces largo y ondulado y ahora corto y puntiagudo) de la cara y el cuello, cuando pude verlo bien. Ya no tenía el aspecto humano aunque amedrentador del autobús, sino que sus rasgos estaban desfigurados por completo, dándole un aspecto totalmente diferente. Las arrugas de su frente, antes apenas perceptibles, eran ahora verdaderos surcos, muchos más anchos y largos. Sus pobladas cejas o, en realidad, el hueso detrás de ellas, se había desplazado hacia fuera, ofreciendo a sus ojos (ahora más oscuros, más negros si cabe) un aspecto verdaderamente siniestro. Su nariz, ganchuda, era si acaso más huesuda y prominente. Pero nada me aterró más que su boca, ni siquiera su fiera mirada de deseo. Externamente apenas había cambiado; sus labios rojo sangre se torcían en una mueca de deseo voraz. Lo realmente aterrador eran sus dientes, aunque dado el cambio en el resto de sus rasgos quizá no debiera haberme sorprendido ver que sus dientes, especialmente los colmillos, eran más alargados y afilados. Una única gota de sudor frío recorrió la piel de mi espalda cuando al fin comprendí lo que era el ser que se hallaba frente a mí: un vampiro. Un vampiro hambriento, deseoso por beber mi sangre.


Pasando esto al ordenador, acabo de darme cuenta de que estos vampiros se parecen mucho, físicamente, a los de Buffy...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Recuerda que en éste blog no están permitidos los enlaces de ningún tipo. Si en la moderación de los comentarios encontramos alguno, procederemos a borrar vuestra aportación.
Lamento la situación, pero la ley nos obliga.