La clase del día versa sobre las profesiones, así que la profesora está preguntando sobre los trabajos de los padres, para empezar con algo que los niños conozcan más de cerca. Llega el turno de una niña de rubias trenzas.
–¿A qué se dedica tu mamá? –pregunta amable, aunque algo aburrida ya, la maestra.
–Mi mamá hace cosas de cuadros –contesta la niña con una sonrisa.
–¿Qué cosas? –insiste la profesora–. ¿Los pinta?
–No, mi mamá no sabe pintar bien.
–¿Entonces?
–Mi mamá hace cosas de cuadros –repite la niña.
–¿Es restauradora?
–¿Eso qué es?
–Son las personas que se dedican a arreglar las pinturas antiguas que se han estropeado con el paso del tiempo.
–Entonces no. A mi mamá no se le da bien arreglar las cosas rotas.
–¿Y entonces qué es lo que hace? –insiste de nuevo la maestra, sintiendo esfumarse su paciencia.
–Mi mamá hace cosas de cuadros.
La pregunta (o preguntas): ¿A qué se dedica su mamá? ¿Podrá averiguarlo la profesora antes de perder del todo la paciencia o la dejará por perdida y pasará al siguiente niño?
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Lamento la situación, pero la ley nos obliga.