Finde Nostálgico: Conversaciones de Papel (26)

Publicada originalmente el 3 de septiembre de 2009, por Araxis

La tercera hora del jueves les pilló a todos desganados, cosa que sucedía con todas las horas de todos los días. Los chicos estaban revueltos porque esa tarde estrenaban en el cine una película de acción, al igual que las chicas, aunque a alguna era la película romántica la que realmente le interesaba. La única persona de la clase que no tenía intención de ir al cine aquella tarde era Carlo.

¿Por qué están todos tan nerviosos porque hoy estrenen una película? ¿Acaso es que van a ir esta tarde a verla? Podrían esperarse un par de días o más y así cuando fueran al cine no habría mucha gente. Pero no, estos insensatos quieren ir el primer día vaya quien vaya. Por cierto... ¿no eran los viernes cuando se estrenaban las películas? Pero hoy es jueves y no viernes. No sé... en realidad no importa. De todos modos, tampoco entiendo por qué tienen tanto interés en ver esa película. Ellas suspirando por el protagonista y ellos por la protagonista. Bueno, ellos y Yolanda. Ya antes de saber realmente de qué trata, dicen que les gusta. Para que al final sea una película sin argumento hecha con un tipo con paquete y una tía con tetas para aumentar las ganancias y nada más. ¿Dónde quedaron aquellas películas llenas de argumento en las que poco importaba el atractivo de sus protagonistas? ¿Dónde...? (Carlo)
Mientras, en otro lado de la clase...
Oye, ¿vas a ir esta tarde al cine? (JJ)
Sí, aunque desconozco la razón de que a un felpudo con patas pueda interesarle si voy o no al cine hoy. (Yolanda)
He sido yo quien te ha preguntado, y no soy ningún felpudo con patas. (JJ)
Si tú lo dices... Y bien, ¿por qué preguntabas? (Yolanda)
Para ver si podemos pedir dos butacas en la parte del fondo de la sala. Y sentarnos así, separados del resto de gente que vaya. (JJ)
¿Y qué más? ¿Tocarme una teta? (Yolanda)
¿Podría? (JJ)
Mientras sonaba el timbre del final de la clase, Yolanda recogió sus cosas y salió al recreo, sin dignarse a contestar lo que ella consideraba la más estúpida de las preguntas, dejando a su primo clavado en la silla, con pinta de estar a punto de mearse encima de emoción.