¡Feliz día del libro!
Espero que disfrutéis este pequeño relato, aunque me ha salido un poquito deprimente.
Hace ya mucho tiempo de la última vez que escribí, y no habrá más ocasiones después de ésta. La radiación me matará pronto; ya he durado demasiado, e incluso ahora cada letra que escribo es un suplicio. Pero he de hacerlo. He de dejar testimonio.
Ayer el pequeño Tobías cumplió los 6 años, y sigue pareciendo un niño sano. Es el más joven de nuestro cada vez más reducido grupo y el único, de los nacidos después de la catástrofe, que ha aguantado tanto tiempo. Quizá eso signifique que aún hay esperanza, y nuestroshijos puedan sobrevivir en esta Tierra devastada.
Pero cada vez son más los que prefieren olvidar, hacer como si el mundo antes del cataclismo nunca hubiera existido y siempre hubiera sido como es hoy en día. Temo que descubran este santuario y lo destruyan.
Por eso lo ocultaré; me aseguraré de que sea inaccesible y no hablaré a nadie de él. Quizá algún día los nietos de los nietos de Tobías descubran la entrada a este lugar.
Quizá algún día los hijos de la Tierra recuperen el conocimiento de sus ancestros y aprendan de él para no cometer los mismos errores.
O quizá sólo usen estos libros para avivar las llamas de la hoguera porque hayan perdido las herramientas necesarias para acceder a la información que ocultan.
Quizá, después de todo, no quede esperanza para la Humanidad.
[Inspirado por la serie Los 100, pero válido para cualquier contexto de apocalipsis]
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Lamento la situación, pero la ley nos obliga.